lunes, 30 de mayo de 2011

Italia retoma el aire mientras España marcha hacia su asfixia





En España está lleno de pancartas "ya está bien", "basta ya", etc. pero el discurso vacuo e inconsistente de Rajoy y el resto de personajes del PP, basado en la práctica difamación de la oposición, a la cual adjudican los más terribles designios achacables a una presunta "izquierda malvada y perniciosa" gana inexplicablemente adeptos a la hora de votar.

En las citas electorales, los que protestan parecen muchos más de los que realmente votan luego (si se suman los votos emitidos a favor de cualquiera de las corrientes políticas opuestas al PP valenciano, por dar un ejemplo).

¿Qué pasa entonces? ¿Acaso queda bien protestar aunque luego "no pase nada"? Sobre eso ya escribió el príncipe de Lampedusa hace más de medio siglo y por ello se aporta un enlace de un video italiano, que es una recopilación de varias declaraciones de Berlusconi, previas a la derrota que ha sufrido la derecha en Italia este domingo. (Se repiten aquí las difamaciones hacia la izquierda como "la extrema-izquierda que convertirá a Milán en una chabola llena de inmigrantes, entre gitanos y musulmanes...". Es la política del miedo y la paranoia que Rajoy y sus acólitos venden como única plataforma programática del PP. Poco más han mostrado hasta ahora.)

Napoli y Milano, dos puntas de lanza de la "imprenditorialità" de la otra gran península mediterránea, han dado un golpe de timón y al grito de "ya está bien" y "basta ya", han apoyado estas consignas en las urnas. 

De hecho, Italia tocó fondo y su ciudadanía dijo ahora “basta ya”. ¿Por qué entonces en las recientes elecciones locales y regionales en España, tan cerca también del fondo, se pasó apenas del 50% del padrón con voto efectivo? 

¿Acaso no había también gritos de “ya está bien” y de “basta ya” en tierras valencianas? ¿No había indicios más que probables de implicación en actos delictivos por prevaricación en varios cargos públicos del PP valenciano? Las palabras “Gürtel” y “Brugal” resumían una historia de mentiras y fraudes con dinero público (de todos los contribuyentes del territorio valenciano).
¿Qué más hay que hacer para conmover a una ciudadanía pasmada que entró en rigor mortis la semana posterior al domingo 22 de mayo, preguntándose unos a otros “qué pasó”? Entre otras cosas, lo que pasó es que no pasó nada. Nada de lo que tantos esperaban y deseaban y, lamentablemente, “lo de siempre”. 

La “izquierda española” recuerda por momentos a esa pareja de novios que hace poco que sale y tras largas horas de charlas telefónicas (=“deliberación sobre plataforma programática”) se dicen el uno al otro: “Bueno, ahora vota tú…” “No, vota tú primero…” “Que no, cariño, que votes tú que quiero escucharte votar…” “Bueno, sí… pero si voto primero, ¿cómo sé que luego votarás tú?”

En Italia hay una nueva esperanza tras varios años de manipulación y engañifas legales. Y se habla en cierto modelo del fin del berlusconismo y, muchos esperan también, del incómodo socio de la Lega Nord.

En España, si hubiera una mínima esperanza de que el sentido común cunda en los próximos meses, las corrientes de izquierda (las auténticas) deberían dejarse de sus largas charlas telefónicas y acudir a votar en masa para demostrar en los hechos si realmente este país (=esta sociedad) es tan progresista como inducen a pensar sus “basta ya” y “ya está bien” o si, por el contrario, ha encontrado la horma de su zapato con la convergencia ideológico-financiera a la que se abocaron la corriente ZP junto al centro-derecha del (siempre inactivo en lo social) Partido Popular.

El PP puede hacer mucho daño a la sociedad española si gana en las próximas elecciones generales el derecho de ocupar la Moncloa. Clara demostración de ello son las medidas que ya se están filtrando del “revalidado” Gobierno conservador valenciano y del homólogo madrileño. Este último destaca en la privatización de los servicios sanitarios, mientras que el valenciano encabeza el ranking de quienes quieren cargarse la educación y las oportunidades de formación a toda costa.
En el territorio valenciano ya se habla de no financiar libros escolares (a pesar de que se anuncia a bombo y platillo desde hace dos citas electorales), también se habla del aumento de la capacidad de las aulas a 35 alumnos en la primaria (=descenso de la calidad docente y recorte de plantilla docente), se menciona ahora la probable unificación de las líneas de educación en castellano y valenciano a una sola, trilingüe con inglés. Es decir, más reducción de plantilla y pérdida de calidad formativa. 

Y por no abandonar el campo lingüístico, en la EOI (Escuela Oficial de Idiomas) que también depende de la misma Conselleria, se habla de la eliminación del nivel Avanzado en varios idiomas dentro de algunas sedes provinciales, algo que contradice su propio decreto 119/2008 y cualquier otra lógica de carácter formativo hacia la proyección cultural de una ciudadanía que tiene el privilegio de vivir en una de las regiones más pluriculturales de la península, con una fortísima inmigración procedente de países donde estos idiomas son la lengua madre.

Aunque claro, dicho “privilegio” se ve rápidamente devaluado si al frente del Gobierno regional se encuentra la cohorte de políticos investigados más numerosa de los últimos años de la democracia española, responsable del vertiginoso ritmo de endeudamiento público del territorio valenciano.
Por un lado, hoy se respira con alivio en Italia porque tras una voluminosa y dinámica campaña de sensibilización, la gente se movilizó acudió a las urnas y así marcó lo que, todos esperamos, sea el camino del retorno al sentido común.

Pero por otro, hoy se respira con dificultad en España porque tras una voluminosa y dinámica campaña de sensibilización, que coincidió en fechas con el denominado movimiento 15M, las urnas no reflejaron lo que parecía ser una sinergia creciente de indignación y búsqueda de alternativas reales. Las urnas dijeron que “protestas muchas pero votos menos de los esperados”. Quedan diez meses para el retorno al sentido común o, a cambio, la asfixia definitiva en manos del PP (la mano dura de ZP).

Fanelli

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